UNA VIDA VIRTUAL Y UNA VIDA REAL

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¿ Es que hay dos vidas o dos modos de vivir la vida? En realidad, son muchos los modos de vivirla, según se entienda. Pero solo hay una forma de existencia o vida, lo demás son circunstancias. La vida virtual ni es vida ni es real; la realidad es una sola.

Hay algunas formas de vivir que a algunos les parecen disparates, como vivir para los demás , sobre todo a los pobres y necesitados, dejándose la vida en ese empeño, por puro amor. Les parece poco o nada sensato. A esto dice la que no se paraba ante ninguna dificultad en hacer el bien: “ ¿ Y qué mayor disparate que se nos pase el sueño de esta vida con tanto seso?”. “ La vida es una mala noche en una mala posada”. (Id.)

“ Sueña el rico en su riqueza/ que más cuidados le ofrece/. Sueña el pobre que padece su miseria y su pobreza/. … sueña el que a medrar empieza…/… el que afana y pretende…/…el que agravia y ofende…/ Y en el mundo, enconclusión, / todos sueñan lo que son/ y ninguno lo entiende.( Calderón de la Barca).

Hasta un filósofo, René Descartes, no diferenciaba el sueño de la vigilia. Es decir, que eran una sola realidad. Y otras teorías subjetivistas que reducen la realidad a pura subjetividad, o sea, que la realidad exterior no existe, está en nuestra mente. Es algo subjetivo.

¿ A qué viene todo esto? Pues, sencillamente, a que estamos en una época con la nueva tecnología, que nos hace vivir, muchísimas veces, una vida virtual; un mundo subjetivo que nos rodea y nos domina. Una vida como un sueño. Una falsa realidad. Y esa vida virtual, esa falsa realidad, domina sentimientos, ideas, costumbres: hasta los cambia , individual o socialmente. Los medios audiovisuales, en su mayoría, nos hacen vivir esa vida virtual. Hasta verlo ya algo natural. Nos aleja de la realidad. Nos hace falsamente felices o vivir engañados.

Un ejemplo es la misa por televisión, y valga esto para los cristianos en general, aunque ya, muchos,  que suelen ir a misa, saben la verdad . Y para satisfacer la curiosidad de otros, que sin ser religiosos o sin fe, se iteresan y son respetuosos con los creyentes. La finalidad de esta misa televisada es  suplir, de alguna manera, la imposibilidad de asistir a ella a los impedidos por enfermedad, edad y causas semejantes. Hay un sinnúmero, sobre todo, de ancianos, solos en sus casas o en el hospital, sin nadie que les acompañe, llorando en silencio, sin visitas, ni de amigos ni de familiares, en una tristísima e inmensa soledad diaria, sin más consuelo ni alivio que la misa del domingo. Se han encontrado ancianos muertos, tirados en el suelo, varios días. Es una crueldad, una lesa humanidad privar a estas personas, que también las hay jóvenes, en la habitación individual de los hospitales, de ese monento entrañable, único, de fe y esperanza que les alivia mucho en sus penas y les da un sentido a su sufrimiento en la espera de una vida feliz que compense su paso por este valle de lágrimas. Hasta humanamente, sin necesidad de recurrir a la fe, es una ingente obra de misericordia y compasión. Y con el coronavirus, el encierro, ha aumentado la tragedia de estas pobres almas. Hoy muchos jóvenes voluntarios los visitan y hasta conviven con ellos. Incluso reciben la sagrada comunión. Pero esto es una aguja en un pajar.

Pero muchos cristianos, demasiados, sin ningún impedimento para asistir personal, físicamente, a la misa, como manda la liturgia, se quedan en casa, por comodidad y otras causas sin justificar, para “ verla” por la tele. Claro está que no pueden comulgar, ni dar la paz, ni recibir la bendición, ni responder y compartir con los que aparecen en la misa televisada.Es un lujo espiritual que contrasta con la pobreza espiritual  y humana de esos otros enfermos. Esta puede ser una de las causas de la escasa asistencia a misa en algunas iglesias.

Es una misa virtual, nada real. Puede darse este caso por ignorancia, de la que se debe salir, o por poca formación cristiana, comodidad, pereza…Si es en domingo, faltan al precepto de asistir personalmente en la Eucarístía, la santa Misa. Y no es, simplemente, un mandato de la Iglesia, sino del mismo Jesucristo que dijo: “ Esto es mi cuerpo… Tomad y comed todos de él” “ Haced esto en conmemoración mía”. Es un mandato de amor, pero mandato. Como unos padres mandan a sus hijos algo que, les guste o no, es por su bien.Que la Iglesia recoge y transmite desde el principio. El buen cristiano, lo hace más por necesidad y amor a Jesús que por el mandato. Nos va en ello la vida del alma. Y las fuerzas espirituales de la fe para la lucha dura de este mundo. “ El que come mi cuerpo y bebe mi sangre, tendrá vida eterna y yo lo resucitaré el último día”. Si el cristiano muere en paz y gracia de Dios, no tiene que esperar a la resurrección para unirse a Dios.

Bien mirado, es sublime ese compartir de persona a persona, la misa. El recogimiento, la paz mutua, el silencio, las oraciones en común, los movimientos litúrgicos, la bendición, acercarse en fila con inmenso y amoroso respeto a la comunión…Nada de eso tiene que ver , y hasta pierde el sentido humano del contacto y las miradas, con ver la tele, la misa, sentados en el sofá, hablando de otras cosas,levantándose sentándose, según otras necesidades, interrumpiéndola,incluso, por muy callado y respetuoso que se esté. Nada real. Todo virtual.

¡ Qué lejos está el alma de Jesús ¡ ¡Qué lejos de la misa, qué lejos de la Iglesia! ¡Qué lejos de la realidad de la fe y del amor!    ¡ Què lejos los unos de los otros!  “Donde quiera que estén dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy Yo”. Dijo Jesús. Frente al televisor, por muy unidos que estén por las sillas, o el safá, no están en nombre de Dios. En nombre, sí,  de la realidad virtual. Y Jesús está en la vida real. Como lo estaba en su vida entre nosotros, abrazando, besando, comiendo, llorando, perdonando, humana y divinamente.

Valga este aviso para los cristianos de buena voluntad, para que no se priven de los beneficios y fuerzas espirituales “ verdaderos” que en la misa presencial Jesús, y no fuera de ella, Jesús infunde en el alma, y no de otra manera, poqrue si fuera de otra manera, no lo habría instituido ni mandado participar. Y de estímulo para los perezosos, aquellos a  los que, contradictoriamente a su cristianismo o catolicismo,  no les gusta ir a misa ni a la iglesia ni recibir los sacramentos y, se pierden esos beneficios, que sin ellos, poco a poco, se irán alejando cada vez más, de la realidad del conocimiento y amor de Jesús, desoyendo su mandato y viviendo un cristianismo virtual, por muchas otras prácticas que hagan, como participar en procesiones, cofradías, actos culturales, caritativos…Pero a estos, como a todos, la misericordia de Dios no los olvida. Algún día pueden volver. Que será un magnífico ejemplo que atraerá a otros muchos.

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