«¿Solo en este banco estás?,
dime, ¿te hago compañía?,
voy por aquí cada día,
(Silencio) ¿contestarás?».
«Contestaré, poco más,
un deseo, que te mejores,
vienes, molestas, errores
son los tuyos, pocas bromas».
Se refrescan las palomas,
ahí junto a los aspersores.
«Yo molestarte no quiero,
he intuido tu soledad
y me he dicho sin maldad,
este tipejo es un cero».
«¡Menos algo!, soy sincero,
que siento en pecho mordiscos
e incrustados obeliscos,
para el caso ahogo mis llantos».
Aves del paraíso y acantos,
palmeras y malvaviscos.
«Puede que sea una manía
o un defecto hereditario,
es de lo más ordinario,
gente nace cada día».
«Qué gracia, con qué alegría
dices eso y yo sufriendo,
¿ves?, justo me estoy muriendo
y me vienes con la ciencia».
Polvo de albero, cadencia
pasos, pies ennegreciendo.
«No soy mujer, pero puedo
ser, en tres versos me dejo,
sólo dos ya, dame un espejo,
uno, mira como quedo».
«Oh, qué es, que es esto un enredo
o aparición singular,
si es que turbas el lugar,
bella eres mía en este instante».
El celofán palpitante
allá cerca, es el mar.
«¿Ya se fueron tus pesares,
y ya me deseas tener?,
venir aquí fue volver,
es hora que te declares».
«Tengo razones a pares
para pensar que viniste
porque te lo propusiste,
yo estaba solo en el banco».
El sol el poniente estanco
y tú tu mano me diste.
«Veo que eres alguien engreído
piensas que porque soy amable
también soy la responsable,
por haberte hacia mí atraído».
«Has aparecido y ha sido
no sólo casualidad,
pues te he invocado en verdad,
te amo, te quiero, mi esposa».
Y trajo la noche hermosa
un milagro y eternidad.