Por esta acera yo despacio andaba,
mirando los naranjos, los gorriones;
los vehículos pasar y los peatones,
estando donde un poco antes no estaba.
Pero iba notando que algo faltaba;
y no siendo ni estas mis intenciones,
por la ausencia de nuevas emociones,
empecé a idear algo; qué, qué pasaba.
Era mi propósito extravagante,
algo único con fuerza inimitable,
que me hacía dirigirme hacia delante.
Pensado con dureza formidable,
hasta un límite del que soy ignorante;
bastaba con verlo aquí aunque no se hable.