Nagorno Karabaj: el germen separatista de las recurrentes guerras entre Armenia y Azerbaiyán

La reivindicación de la región como una república armenia ha sido un tema central para el Estado armenio y gran parte de esa diáspora en el mundo.

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Nagorno Karabaj: el germen de las recurrentes guerras entre Armenia y Azerbaiyán

Por María Laura Carpineta

La región de Nagorno Karabaj es lo que los analistas internacionales llaman un conflicto congelado: se declaró independiente (de Azerbaiyán) con la ayuda de otro país (Armenia) y, tras una guerra sin claro ganador y con un cese al fuego impuesto por las potencias regionales, quedó ahí, sin reconocimiento ni vínculo con el resto del mundo, siempre lista para encender un nuevo conflicto armado.

Se llama República de Artsaj pero tiene la misma bandera que Armenia, excepto por una pequeña guarda blanca que la divide en el costado derecho; todos hablan armenio y, según el propio Gobierno separatista reconoció a Télam en una visita hace cinco años, Armenia -que al principio aportaba la mayoría del presupuesto nacional- hoy financia alrededor de la mitad del Estado.

Cuando no hay combates, como los de esta última semana, que ponen a la región, Armenia y Azerbaiyán en máxima alerta, viajar a las montañas y los paisajes fértiles e idílicos de Nagorno Karabaj desde Ereván, la capital armenia, es tan simple como viajar de Buenos Aires a otra provincia (en tiempos previos a la pandemia).

La frontera en la ruta es una mera formalidad, amistosa y casi sin infraestructura, gracias al territorio de Azerbaiyán que Armenia ocupó militarmente tras el cese al fuego de 1994 y pese a los reclamos de la ONU, para garantizar la contigüidad con Nagorno Kabaraj.

Nada indica que en ese lugar se está cambiando de país, según las reivindicaciones de la República de Artsaj, que solo es formalmente reconocida por otras tres regiones separatistas y conflictos congelados protagonizados esta vez por Rusia: Transnistria (oficialmente en Moldavia), Abjasia y Osetia del Norte (ambas parte de Georgia).

Como Nagorno Karabaj solo limita con Armenia y Azerbaiyán, está virtualmente aislada del mundo y depende del primero para proveerse de todo lo fundamental.

En 2015, cuando Télam visitó la región separatista con la guía de la comunidad armenia argentina, el centro de Stepanakert, la capital, tenía una parte completamente renovada, moderna y con aires europeos.

Sin embargo, inmediatamente llamaba la atención que todas las tiendas y bancos son locales o armenios, y que los bancos para sentarse que salpican las amplias e impecables calles son iguales a los que decoran el centro de Ereván.

En los pequeños supermercados había productos europeos y estadounidenses, especialmente golosinas y bebidas, pero la amplia mayoría de la comida es rusa o armenia, no solo porque Moscú es el principal aliado de Armenia en este conflicto, sino además porque en ese país, tras 70 años de asimilación soviética, ya no se come la comida armenia mediterránea -como la que se consume en Argentina- sino una dieta mucho más pesada y parecida a la tradicional rusa.

La reivindicación de Nagorno Karabaj como una república armenia -pese a que antes de la guerra de los 90 uno de cada cuatro habitantes era azerí- ha sido un tema central para el Estado armenio y gran parte de esa diáspora en el mundo. Por ejemplo, dos de los cuatro presidentes que ha tenido el país desde su independencia de la Unión Soviética nacieron en esa región.

Pero el conflicto no se limita solo a una disputa territorial entre dos vecinos, también arrastra a Rusia, la expotencia todopoderosa del Caúcaso, ese conjunto de países apretados entre el Mar Caspio y el Mar Negro, al norte de Irán y el este de Turquía.

Rusia se esfuerza por mantener buenos vínculos con ambas partes del conflicto, pero en los últimos tiempos los petrodólares de Azerbaiyán y su estrecha alianza con Turquía -una potencia regional con presencia en varios conflictos internacionales y con una histórica disputa con Armenia por su no reconocimiento del genocidio armenio durante el Imperio Otomano- le permitieron inclinar a su favor la asimetría militar con su vecino.

Por eso, cada que vez que las escaramuzas más o menos habituales escalan en un incipiente nuevo conflicto armado en la región separatista de Nagorno Karabaj, como sucedió esta última semana, la comunidad internacional teme una guerra que, esta vez, no solo incluya a Armenia y Azerbaiyán. Más aún, cuando tanto Rusia como Turquía ya se enfrentan directamente o a través de mercenarios en otras guerras como las de Siria y Libia.

No es una exageración.

Hoy, en una nueva escalada que hace temer una internacionalización del conflicto, Rusia denunció que ya hay combatientes de grupos armados activos en las guerras en Siria y Libia peleando «en la zona de conflicto en Nagorno Karabaj», algo que ya había sido alertado por medios de comunicación.

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