Helen, cazadora de libros: La inquilina de Wildfell Hall

En esta mañana soleada aunque fría de finales de enero, me presento ante todos para ensalzar la figura de Anne Brontë, la hermana más prolífica del clan y la que, a priori, menor número de fans parece tener, pero sólo es un espejismo.

Hace unos años publiqué una serie de artículos sobre las hermanas Brontë que me gustaría rescatar, por ello hoy, empiezo el reto con este título: “La inquilina de Wildfell Hall”, la historia de una mujer que cegada por el amor, dio su vida a un hombre que no supo apreciarla ni respetarla.

La edición que os traigo es de Alianza Editorial, con una exquisita traducción de Miguel Ángel Pérez Pérez, que tan buenos trabajos nos dejó para la posteridad. Una novela valiente y muy adelantada a su tiempo (hoy sí que puedo afirmarlo con total convencimiento) donde habla clara y abiertamente de matrimonios de conveniencia, de adulterio, de maltrato psicológico, de exigencias a la esposa y de libertad total al marido. Cuenta, sin ocultar detalles, el daño que producen las habladurías cuando no se basan en la verdad. Habla de amor, de desamor, de esperanza y de futuro.

Me he encontrado capítulos donde denigran tanto a la esposa engañada marido y amante, que he sentido la necesidad de ser un personaje más de la novela para decirle a esta mujer que aprenda a defenderse y que no se deje arrastrar de esa manera, ¡qué indignación!

Las prisas por hacer real el compromiso de matrimonio, cuando apenas has llegado a conocer al amado, se tornan en contra de los protagonistas. Los enlaces por conveniencia o los que son producto de engañosas artimañas para convencer a alguna de las partes que existe amor verdadero, la mayoría de veces, no acaban con buen resultado, sobre todo cuando son los intereses económicos los que van detrás de esas acciones.

Ha sido un placer literario volver a leer a Anne Brontë, cuya Agnes Grey me asombró por su atípica y valiente forma de proceder.

La inquilina de Wildfell Hall habla de amor, pero eso no debería frenar su lectura a aquellos que avisan de antemano que el género no les gusta. Tiene escenas que harían sentirse indignado al ser más libertino de la comarca y, por ello, la considero tan especial y diferente. Porque dice verdades, no las endulza, no las empaña con convencionalismos. Ya de por sí, que la protagonista viva sola con su hijo, era motivo de escándalo literario y muy censurable en la época… recordemos que todas estas “historias para damas” podía darles ideas erróneas.

Narrada a dos voces, primero conoceremos al señor Markham que le narra en una carta a su amigo en cómo conoció a la mujer que da título al libro, y más adelante será ella misma, Helen Graham, la que nos continuará narrando su vida, a través de su diario personal.

La inquilina de Wildfell Hall tiene todos los ingredientes necesarios para hacernos disfrutar de la literatura con mayúsculas y aunque al ser escrita en 1848, y algunas de las decisiones y comportamientos de sus protagonistas pueden quedar ya obsoletos (afortunadamente), no por ello desmerecen su lectura.

Las hermanas Brontë seguirán por aquí un par de semanas ¿te las vas a perder?

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