No estoy desvestida del camisón
y él exhibe su cuerpo palpitante.
No lo medito, doy un paso adelante,
apago la luz de la habitación.
Le digo que se acueste en el colchón
y me desnudo en tan solo un instante.
Mis dedos froto en su torso pujante;
un beso pongo en sus labios, ya hay acción.
Chupo y lamo, le deseo. Por querer
que él suspire de gusto he de seguir,
y dominar aqui y ahora su placer;
su abdomen y cadera han de servir
como asas para hacerle estremecer
y a horcajadas sus quejas por fin oír.